Por Sebastián Burr
Convocante Nacional Foro Republicano
Hoy en Chile, mucha gente que se autodenomina de derecha se siente confundida, pues en el sector cohabitan dos almas distintas. Por un lado está la derecha conservadora o valórica y, por el otro, la derecha liberal y pragmática. ¿Dónde están las fronteras de cada una? ¿Cuáles son sus diferencias más significativas?
La derecha liberal más que buscar el bien humano y social, es decir el desarrollo moral y ético del ciudadano, intenta vencer en la lucha electoral y acceder al poder, y en eso se le van casi todas sus energías políticas. Si bien defiende a casi todo evento al derecho de propiedad, la libertad económica, los equilibrios macroeconómicos y la ley y el orden, esta corriente ideológica muchas veces no lo hace de forma frontal y por eso se le cuestiona que intente pasar dichos principios básicos con «letra chica» en los respectivos proyectos de ley que envía al Parlamento.
Si bien los que militan en la derecha valórica comparten con sus aliados liberales aquellos principios de libertad de mercado, equilibrio fiscal y el derecho de propiedad, difieren claramente en la visión antropológica del hombre. Por ello existe una distancia notable entre ambas tendencias relativa a cómo debe ser construida una sociedad, las instituciones políticas más relevantes con el fin de alcanzar la autosuficiencia moral y práctica.
Dentro de esos límites exclusivamente materialistas, la derecha liberal juega a lo políticamente correcto, aunque sea una cuasi aberración lo que establece en determinado momento la dictadura de lo que es adecuado en términos políticos. Es así como las estadísticas del barómetro electoral le señalan casi siempre su accionar, de manera que un pie de su dimensión pragmática está claramente instalado en el populismo. No le interesan mayormente los aspectos valóricos que hacen del ciudadano una mejor persona -y, por lo tanto, lo validan de mejor manera en la sociedad-, ni aunque los hechos humanos y sociales le señalen claramente que el camino por el cual transitan no es bueno ni a mediano ni a largo plazo.
En gran medida, la derecha pragmática le hace el juego al liberalismo de izquierda, que se funda, a su vez, en un materialismo humanista de tipo sociológico y colectivista. A esta tendencia tampoco le interesa lo valórico, aunque sí usan hábil y retóricamente el disfraz del humanismo. De esta manera el liberalismo de derecha se mueve casi dentro de los mismos parámetros ideológicos (a excepción de lo macroeconómico) que el liberalismo de izquierda, y así ambas facciones políticas se hermanan en el materialismo. Por eso muchos señalan al actual régimen como el quinto gobierno de la Concertación.
A la derecha liberal la tiene tan tomada el materialismo economicista -y en gran medida también sociológico-, que si uno les muestra que una sociedad evidentemente va por mal camino cuando colapsa la institución de la familia, cuando se repleta de analfabetos funcionales, de personas que no entienden lo que leen, de una creciente masa de depresivos, de delincuencia en niños hasta de 12 años, de desigualdad económica, de una brutal concentración de la riqueza, de una educación que no sirve para casi nada, de un régimen laboral aparticipativo y de una democracia representativa obsoleta y deslegitimada, se quedan casi impávidos. Y es que no comprenden cuál es el fenómeno humano real y que claramente rebasa lo material: la derecha liberal no cree en la dimensión espiritual del género humano. Y eso se entiende perfectamente, porque esa dimensión es en esencia inmaterial.
Es muy difícil hacerles cambiar su mirada y conseguir de ellos una fundamentación política centrada en el humanismo real, las dimensiones del espíritu y en el ejercicio real de la libertad, pues conciben esas ideas como casi surrealistas y hasta religiosas.
Es más, sus ansias por mantenerse en el poder hacen inabordables políticamente las reformas que se requiere implementar en casi todas las instituciones que conforman el actual «orden» político para lograr el desarrollo humano superior. Y, peor aún, casi nadie de la actual clase gobernante está interesado en reorientarlas.
Y ahí, nuevamente, el proyecto de «derecha» se confunde claramente con el de la izquierda liberal. Así a las dos facciones liberales, de derecha e izquierda, definitivamente las traiciona su raíz materialista y les impide avanzar en la expansión de la democracia real, pues la tienen literalmente cautiva para sus propios intereses partidistas y proyectos o agendas políticas personales. Vamos a ver hasta cuándo les dura dicho equívoco sociopolítico.