Por Gonzalo Rojas Sánchez
Foro Republicano
En Chile se ha comenzado a consumir un conjunto de productos altamente tóxicos.
En una sociedad con controles de sanidad elemental, ninguna de esas ingestas habría pasado el filtro. Pero con el estado de frivolidad que nos caracteriza, tragamos y tragamos esas novedades que producen cáncer a corto plazo.
Una, la actividad sexual ilimitada. Desgajada la dimensión corporal del compromiso del amor, una sexualidad multifacética impide la verdadera socialización humana, la que se da de uno con una y para toda la vida. Lo social comienza en lo conyugal. Negada esa plataforma, la sociabilidad humana sólo puede ser dañada. Sólo si se renuncia a la vida conyugal por otros compromisos superiores, éstos se constituyen en nuevo soporte de la sociabilidad.
Otra, la articulación familiar desfigurada. Rota la permanencia del primer vínculo, los siguientes, y los siguientes, y los siguientes (porque esta cosa no para) son cada vez más débiles y cada vez más raros. Segundas, terceras y cuartas uniones que no duran casi nada; y, en paralelo, uniones antinaturales o extrañas soledades. Y, de nuevo, la sociabilidad humana se dificulta o torna insoportable. ¿Quién podría valorarla y defenderla, enaltecerla y promoverla si no ha sido capaz de asegurarla en su núcleo básico, el familiar?
Esas son las toxinas que lo están infeccionando todo.
Y el cáncer que causan se extiende: las restantes dimensiones de la vida deben ser privadas también de las exigencias de la sociabilidad.
Quien no sabe cómo debe usar su cuerpo, quien no es capaz de compromisos profundos y duraderos, ¿puede tener interés alguno en común con los demás en la empresa y en la universidad, en el transporte y en la diversión?
No. Por eso se pone la capucha y agrede.