Pablo Montt Prado
Arquitecto
Para quienes amamos la arquitectura, el rescate del Palacio Pereira nos proporciona una inmensa alegría, porque se trata de una obra magnífica. Es un edificio que contiene un valor inigualable y por si mismo adquiere el carácter de monumento. Cualquier construcción adquiere algún valor, pero no cualquier construcción puede considerarse un edificio; del mismo modo, no cualquier edificio puede valorase como un monumento. La obra de Lucien Henault fue un importante aporte a la cultura decimonónica chilena, que carente de una tradición majestuosa, sin embargo, en suma austera, fue digna de varios palacios. Uno de los mejores es el edificio ubicado en la esquina nor poniente de Agustinas con San Martín. Es un magnifico palacio, aquí y en la quebrada del ají. Monumento que sin palabras habla de la categoría de quien lo encargara, de quien lo diseñara, de quienes lo construyeron y también de la época en que fuera edificado. Resulta tan macizo y contundente, que 140 años de historia, cambio de propietarios, terremotos y saqueos, no han podido derivarlo. Quizás, como en tantos otros casos, la causa más cruda de su deterioro ha sido aquella indolencia nacional frente al los verdaderos legados que nos proporciona la cultura. No recuerdo hace cuantos años que Nicanor Parra advirtiera “La economía para la derecha, la política para la DC y la cultura para los proletarios” Chile se ha caracterizado por despreciar y no comprender el valor intrínsico de la cultura como hecho esencial de la vida, descuartizándola, en una sumatoria de desconexas actividades y eventos singulares, o bien, al decir de Nicanor Parra, abandonándola al proletariado como instrumento de crítica social. Para quienes nos hemos educado en la disciplina de un arte mayor, como es la arquitectura, comprendemos los diversos factores que influyen tanto en el proceso intelectual de la creación, como en el esfuerzo material que significan: el diseño, el desarrollo de las especificaciones, sus detalles, el tiempo necesario para dirigir, coordinar y supervisar la construcción de un determinado proyecto. Proceso arduo y complejo, en el cual se conjugan además, diversas intenciones y circunstancias. Lograr una obra de arquitectura de la contundente nobleza del Palacio Pereira, además de talento y genialidad requiere de una elaborada sabiduría y oficio que no se improvisan, porque, además de los arquitectos, surge también de un conglomerado de profesionales, técnicos, artesanos y obreros, que cada uno en su nivel, generan la sinergia del conocimiento destinada a obtener resultados exitosos que maduran, crecen y se depuran de generación en generación. En las buenas prácticas del arte de construir de modo implícito se valoran las capacidades y competencias de cada cual, porque provienen de un saber profesional ancestral y vernáculo. Arte, ciencia y artesanía son la base que sustenta la creatividad e innovación. Esto es tradición, cultura y patrimonio. El Palacio Pereira perdurará no solo como exponente de su propia belleza o como sobreviviente de un notable conjunto de edificios, casi todos demolidos, que formaron una de las manzanas de mayor unidad arquitectónica en el casco antiguo de Santiago, sino también, como testimonio de una época grande de Chile. Lo será también, en bien de las generaciones futuras, como evidencia del esfuerzo personal y mancomunado que requirieron nuestros antepasados para realizar una obra de refinada excelencia y calidad. En especial, como clase magistral de la arquitectura palaciega.