Por Joaquín Muñoz
Consejo de Cultura Foro Republicano
Como en nuestro país siempre se han reflejado internamente los procesos que ocurren en el exterior, no es de extrañar que se instaure en él la cultura presidida por el signo de la técnica, surgida en la postguerra y ajena al humanismo de Occidente. Esta situación afecta áreas cruciales en el desarrollo integral del ser humano, y una de sus primeras víctimas son los idiomas, sí aquellos códigos fonéticos creados para comunicarnos. Basta ver el feísmo que están adoptando algunos idiomas occidentales.
Básicamente, tenemos problemas de expresión de ideas, escasez de palabras y bajo registro de éstas; un verdadero embate contra la cultura lingüística occidental, que no resulta menor al considerar que la mayor parte de los procesos de raciocinio giran en torno al idioma.
No se trata de negarse a la evolución o los cambios de un idioma, pues, éste no puede permanecer inmutable (p.e. ¿cuántos idiomas provienen del latín?). Un idioma posee su potencialidad en la lengua y su actualidad en el habla, es decir, la primera corresponde al máximo posible de opciones susceptibles de uso, y la segunda, a las opciones realmente utilizadas.
El tema del habla de un pueblo se trata de ver en plenitud cómo se expresa éste, considerando un sinfín de factores. Con respecto a nuestra habla estamos en deuda; normalmente desconocida y, masivamente, casi nunca reconocida, pese a ser el que ha hecho la mayor cantidad de aportes al castellano; los chilenismos son innumerables. Lógicamente, quienes privilegian el idioma castizo se apoyaran en el concepto de lengua para argumentar en contrario,… visión válida, legítima y no sin base.
Tenemos entonces dos factores negativos con graves consecuencias, a saber, la decadencia del humanismo occidental y el desconocimiento de nuestra habla. Ambos nos llevan al mismo despeñadero: el feísmo, con su máxima exaltación posible de lo grotesco, soez y procaz, y a la mala comunicación. El habla de cada pueblo es fiel reflejo de sí mismo, por ello, no sorprende que, en Chile, país de una identidad nacional débil, erradamente se considere chilenismos palabras o expresiones que nunca lo han sido o, peor aún, se las califique así per se por soeces o vulgares.
No podemos negar que una parte, aunque pequeña, de nuestros localismos son expresiones de feísmo. No obstante, de ahí a que sea localismo lo grosero hay una gran diferencia. Prueba de ello es que nuestro folklore no ha estado nunca en esta línea, aunque ya comenzaron a verse algunas manifestaciones en contrario en ocasiones como las Fiestas Patrias. No confundir picardía con obscenidad.
La población empezó hace bastante tiempo con esta tendencia, que es la suma de los problemas de expresión de ideas, escasez de palabras y bajo registro de éstas. Todo esto lo podemos ver en el ámbito público y privado, en personas comunes y corrientes e inclusive en autoridades. Sin duda, estamos involucionando, sí hasta hemos perdido gran parte del respeto y del pudor al expresarnos. Todo coronado con un analfabetismo funcional que supera el 50 % de la población.