Por María Inés Amenábar Ch.
Foro Republicano
Hoy, nada es imposible para las mujeres. Pero, al mismo tiempo, no es fácil para ellas. Sus aspiraciones y exigencias han variado en forma radical. Figurando en primerísimo lugar la realización profesional y laboral en sus vidas. Y, bastante más allá ,por ahí casi perdido, casarse y formar familia. La búsqueda del éxito unido a un materialismo rampante se han apoderado de las expectativas y, más aún de lo que finalmente inspira – la más de las veces – las decisiones femeninas . La distorsión producida por una cultura productivista trae ya aparejadas algunas de sus consecuencias. Todo indica que ellas han subido a un carro sin regreso. El costo por ingresar en la competencia y productividad laboral masculinas cobra su precio y produce algunas consecuencias. Muy variadas son las áreas sobre las que la mujer – quiéralo o no – gravita. Su ausencia notoria provoca no menos problemas.
Cabría preguntarse si acaso son ellas las que realmente deciden o, más bien, es el sistema imperante(y/o los hombres) los que han impuesto un esquema del que ellas no logran zafarse transformándolas casi sin darse cuenta. A pesar de todo, continúan siendo profundamente mujeres : en su naturaleza y en su forma de ser.
En medio de una modernidad convertida en ideología pragmática y materialista, ausente de valores, donde se constata a menudo, el extravío del pudor y el verdadero sentido de lo femenino. No es raro que haya una pérdida del sentido de la vida, lo que unido a las múltiples prioridades que deben ser enfrentadas por las mujeres hacen que éstas terminen por perder-a veces- el verdadero rumbo, no sólo en lo profesional sino también en lo personal.
Cuando ellas piensan tener un hijo dejan de lado el trabajo poco a poco. Se “retiran” antes de irse realmente. Craso error, abdicando antes de hacer uso de los derechos legales establecidos a favor de ellas y de la maternidad. También de perseverar y conservar el trabajo que han logrado con esfuerzo y no menos sacrificios.
La actual situación exige una ardua e inteligente integración del ser profesional; mujer y madre. Esta armonización podrá significar el éxito o fracaso en la propia vida, entendida como la armonización adecuada o no de los diversos roles y, al mismo tiempo, el asumir con toda libertad el ser fiel a la vocación más propia y natural: ser madre.
La libertad personal resurge hoy con inusitada novedad .Y, muy especialmente en ellas. Entendida como el servicio a los demás o si se quiere el seguimiento de la propia vocación, en el caso femenino indispensable para desarrollar el rol co-creador y corredentor en medio del mundo.. Este plantea una relación de complementariedad y colaboración con el hombre en todos los planos. No de lucha; antagonismo y- competencia excluyente- como se intenta hacer creer. Sólo así, hombre y mujer se reconocen iguales en dignidad ,pero diferentes en modalidad en cuanto al aporte que ambos realizan .
¿Qué ha cambiado la función esencialmente competitiva del hombre? Las mujeres hoy ocupan los más diversas funciones en todo tipo de actividades. Su versatilidad y variedad va en aumento. Entrega capacidades y destrezas en forma idónea, pero ¿cuánto imprime en ese quehacer de su propia condición? Lo que hace que su aporte sea cualitativa y sustancialmente distinto del aporte laboral que hacen los hombres?
Ellos ya aceptan que el trabajo femenino es necesario. También la realidad les ha demostrado, que si él compite como lo hace, ésta exigencia por sí sola lo desquicia Es aquí donde el aporte de la mujer entra a equilibrar el mundo laboral en una ecuación más humana, más perfeccionada y completa . Ellas corren, pero a partir de la diferencia esencial que poseen.
El mundo laboral con su velocidad y eficiencia deja pocos espacios para la creatividad y lo personalizador en el trabajo. Las mujeres conjugan al mismo tiempo destrezas, eficiencia, intuición y muchas otras cualidades que sus pares masculinos en general no poseen. Estos atributos van hoy en alza sostenida. La contingencia está dando un vuelco significativo y dentro de éste son cada día más apreciadas estas características.
El gran desafío de conciliar el trabajo y el quehacer propio de las mujeres abre nuevos desafíos: a ellas mismas; las empresas ; los gobiernos que regulan; la sociedad y la cultura. Como toda elección tiene un costo asociado. “Me encontré después de haber trabajado con mis hijos grandes…me los perdí…” Estas y otras afirmaciones que oscilan entre la culpabilidad y el deber cumplido debieran desaparecer del sistema laboral.
Y es aquí donde ella debe aportar y también exigir lo que le corresponde. La vieja elección entre trabajo y familia aún merodea por ahí para algunas. No es raro. La cultura y las costumbres afincadas por años pesan en las decisiones y finalmente en el corazón mismo de la mujer. Y, es aquí , precisamente ,donde el mundo laboral y sus exigencias “barren”-muchas veces- con su identidad. Incluso, haciéndola “abdicar” en aras de una malentendida igualdad. Así tenemos mujeres eficientes ,pero muy escindidas interiormente.
Ser mujer y madre, además participante en el mundo del trabajo no debe importar discriminación alguna. Por el contrario ,requiere el mayor reconocimiento , protección y promoción, no sólo mirando a las propias mujeres y sus familias sino también como agentes eficaces de cambio para lograr un desarrollo más equitativo, más humanizador y también más integral de la sociedad en la que ella se encuentra inserta.