
Ya en 2011 la Universidad Central ocupó portadas y pantallas. Su posible venta produjo la oposición de algunos estudiantes y docentes, quienes parecían defender su carencia de fines de lucro y su organización democrática encabezada por académicos con participación de trabajadores y estudiantes.
Pues, esa democracia que hace dos años era valiosa, hoy no le basta al presidente de la FEUCEN, Marco Velarde, que anuncia una “democratización pendiente”[1], ilustrándola como participación comunitaria en el desarrollo académico, elección de autoridades, voluntad soberana, extirpación de lógicas empresariales, fin de la verticalidad y la participación consultiva; una “refundación”, una “legítima demanda”.
La democracia teleológica que les inspira, como al movimiento estudiantil del que sienten ser una fase más, les permitió defender la democracia de 2011 para buscar sacrificarla funcionalmente en 2013. Esta defensa instrumental parece conducirse por el inconcluso desafío de capturar al “unicornio” de las universidades privadas para experimentar con él, aboliendo su naturaleza privada y engendrar un prototipo de “universidad pública”, ya no sólo sin dueños sino también sin jerarquías, aunque tampoco sea fin en sí mismo.
No les impulsa un interés académico. Ya debiera decirse que la mayoría del estudiantado superior chileno busca antes un título nobiliario que profesional, el que los comprometería con el desarrollo del conocimiento. En el fondo, tampoco parece ser la participación, que allí es generosa y acorde a su proyecto institucional. Menos un sentido de pertenencia, que se descarta frente a las sillas de auditorio a la intemperie, holocaustos de la toma. Un cartel colgado hacia calle Santa Isabel, despreciando al binomio Alianza-Concertación nos responde.
El asunto es político, una manifestación conducente al triunfo del reduccionismo ideológico que busca embutir toda la realidad dentro de dinámicas de poder y lenguaje. Cuentan para ello con la unidad de propósito que representa la “Izquierda Autónoma”, dos años a la cabeza de su Federación, que avanza hoy a la proyección nacional postulando como diputados a Gabriel Borić y la ex presidenta FEUCEN 2011-2012.
Con su versión contrahecha de Rousseau obvian la primera voluntad soberana del universitario, su libre elección de Universidad que es adhesión confirmatoria de un proyecto institucional del que participará en la medida de los objetivos planteados, sus condiciones propias y su permanencia. Trafican a la vez la idea de una “injusticia” de existir autoridad universitaria, de ser rector, una voluntad que conduzca un proyecto educativo que es permanente propuesta al país y que por la necesidad de adhesiones difícilmente será ese monstruo despótico contrastado con el aparente idilio de la horizontalidad rectora, que siempre aprovechará a la facción de los audaces, porque lo que es de todos, es de nadie. Y mientras nos ocupamos en su quimera comunitarista, se delata la más terrible pobreza de estas “luchas”: su indiferencia hacia el mayor desarrollo intelectual de Chile.
[1] Velarde, Marco (2013, 17 de julio) La democratización pendiente. El Dínamo. Recuperado en http://www.eldinamo.cl/blog/la-democratizacion-pendiente/, (19-07-2013)