Columna publicada por USA Hispanic Press el 22 de agosto.
Hace algunos días tenía el honor de conversar con un amigo bastante cercano que se ha visto aproblemado toda su vida por culpa del colesterol. Parecía tenerlo bastante controlado hasta el momento en que se le suma una diabetes. Desde ese minuto ha iniciado una búsqueda de distintos especialistas que le puedan entregar una solución concreta (tratamiento en medicinas) que le permita seguir teniendo su estilo de vida. Y es que no digamos que su estilo de vida conlleva una alimentación muy saludable, al contrario. Diversos han sido los médicos que han sido claros en su diagnóstico: “En la medida en que no cambie sus hábitos y paradigmas de alimentación, ninguna medicina le podrá servir”.
Esta situación recién narrada es uno de los típicos casos en los cuales buscamos evadir el problema concreto para quedarnos sólo en algunos síntomas. Resulta imprescindible estar conscientes de estos últimos, pero en la medida en que no ataquemos el fondo difícilmente podremos obtener una solución.
Es extremadamente complicado atacar algunos problemas, sobretodo cuando no existe una solución conocida y cuando involucran un cambio de hábitos, pero ahí es donde esperamos que se produzca un verdadero aprendizaje.
Durante estos días se ha debatido en extenso sobre la primera ley de lobby que tendrá Chile. El lobby es una actividad fundamental en cualquier sistema democrático, pues nadie podría estar en contra de que el mundo privado tenga la posibilidad (regulada) de exponer sus intereses a los agentes legisladores y el mundo público en general. Sin lugar a dudas, el ser uno de los pocos países que contará con una legislación de este tipo nos debiese llenar de orgullo, pero al parecer debemos ir un poco más allá.
Como dijimos, bastante se ha discutido sobre este proyecto de ley, aunque la mayoría de las veces nos quedamos en los aspectos técnicos del problema. “Que el modelo que debemos seguir es el inglés y poner el foco en el agente pasivo de la acción”, “que el modelo que debemos seguir es el americano y poner el foco en el agente activo de la acción”, “que debemos contar con un registro de lobbystas o que no es necesario”, etc. Nadie cuestiona la importancia de estas interrogantes en virtud de lograr un proyecto pulido y representativo, pero no podemos sólo quedarnos en eso.
Quizás en el futuro tengamos la mejor ley de lobby y la más completa ley de transparencia, pero mientras sigamos envueltos en una cultura de la corrupción de nada nos va a servir. Antes que todo, como sociedad debemos sentirnos parte del problema y no esperar que el Estado nos entregue soluciones técnicas para una situación que requiere un cambio de valores. ¿Debe existir una buena ley de lobby? Por supuesto que sí, pero también debe existir el reconocimiento de una problemática social que nos atañe a todos.
Mi buen amigo debe ser consciente de que si no cambia su estilo de vida ningún tratamiento medicinal le va a servir. Así mismo, como sociedad debemos estar conscientes de que si no nos preocupamos de erradicar la cultura de la corrupción y del amiguismo, ninguna ley de lobby o de transparencia lo hará por nosotros.