Después de contrastar los hechos tanto positivos como negativos ocurridos en el transcurso de los últimos 40 años y particularmente tomando en cuenta los reclamos sociales en los últimos dos gobiernos, uno queda con una sensación contradictoria. Pues efectivamente Chile ha dado un salto socioeconómico e institucional importante, (esto es; un constante crecimiento del producto interno bruto, acceso masivo al crédito, tenencia de bienes durables, acceso a la vivienda, escolaridad, educación universitaria, acceso a la previsión social etc.)
Y también en lo institucional, que a pesar de todo, después de la magna tragedia de 1973 hemos podido vivir razonablemente en paz, aunque bajo una suerte de régimen político denominado de los acuerdos, el cual prueba el desacuerdo de tipo genético que divide a los chilenos y muestra como se ha ido transigiendo en ciertos principios y valores que son los pilares de toda sociedad. Lo que ha impedido avanzar en materias esenciales para el desarrollo humano y social y que lentamente nos ha conducido a la situación en que estamos. Todo esto se supone a cambio de mantener la paz social. Sin embargo, todos sentimos que el peligro sociopolítico está palpitante y al acecho lo que demuestra que lo de la paz social puede ser también una falacia. Igualmente observamos una suerte de desidia política, como si nadie quisiera de verdad hacerse cargo, más allá de emitir ciertos cantos de sirena y proposiciones envueltas en slogans sin contenido alguno. En definitiva al panorama se observa altamente confuso.
Tanto los sectores de derecha como los de izquierda han demostrado no entender cuáles son la verdaderas causas de ésta intranquilidad social o como y porque ésta situación ha ido evolucionando en forma tan peligrosa. Y a pesar de todo, no faltan los aventureros políticos, que sin más, quieren incendiar la pradera, tirando ideas refundacionales sin entregar ningún fundamento previo de casi nada de lo que pregonan. El debate es completamente superficial, disruptivo, relativista, en exceso materialista y simultáneamente con altas dosis de colectivismo. Y el proceso sociopolítico sigue caminando como si fuera un tren sin conductor. Muchos de los que componen la clase política, exigen calidad en educación pero son incapaces de definir que entienden primero por educación y mucho menos como definen la calidad de ella, también proponen el fin al lucro mientras exigen que sus remuneraciones sean alzadas una y otra vez sin casi ningún elemento objeto de medición productiva.
Ahora bien, si uno mira objetivamente otros índices sociales, como la calidad efectiva de nuestra educación, el desequilibrio en los ingresos, la concentración de la riqueza, los bajísimos niveles de civismo político, el hecho que más del 50% de los ciudadanos legalmente inscritos en los registros electorales no quieren votar etc. O bien miramos los índices de salud y sedentarismo, los analfabetos funcionales, el altísimo nivel poblacional que no entiende lo que lee y muchas veces tampoco lo que escucha, el 30% de depresivos, los niveles de alcoholismo, tabaquismo, drogadicción, embarazo adolescente, divorcio, la ascendente tasa de suicidios, los pavorosos niveles de prejuicio social y político, uno tiende a comprender el reclamo y la total desinteligencia que se observa entre los chilenos, quienes se supone buscamos todos lo mismo, ser felices. Acuerdo que para efectos de buscar una solución sociopolítica, es mucho más importante de como a primera vista aparece.
Nunca en la historia de nuestro país, habíamos llegado a 9 candidatos a la presidencia y con un discurso tan superficial y disruptivo. Pero a pesar de todas esas manifestaciones objetivas, uno observa que la clase política no se hace cargo de ésta problemática multidimensional sino que más bien cada uno de ellos permanece al acecho en la captura del poder, sin importarle mucho el conjunto de causas que explicarían la actual situación. En síntesis Chile ha ido acumulando en sectores mayoritarios de la población una suerte de pobreza integral; pobreza material, pobreza intelectual, pobreza funcional, pobreza emocional, pobreza social y política. Lo que simplemente hace imposible desenvolverse casi mínimamente en la vida moderna. Más adelante volveré sobre éste tema de las pobrezas pues su solución pasa por asumir la antropología filosófica del hombre y solo después rediseñar cada una de las instituciones, ver el modo de su interacción con el todo en general. Pero teniendo siempre como objetivo la superación de las pobrezas mediante el desarrollo activo de las facultades y/o dimensiones superiores de los ciudadanos.
Ahora bien el libro Hacia un Nuevo Paradigma Sociopolítico, terminado de escribir a fines del 2009 y publicado en el año de nuestro bicentenario, se anticipo a dicha crisis, no porque el autor sea pitoniso sino porque que simplemente se dio el trabajo de estudiar toda la problemática, tanto desde su perspectiva filosófica, histórica, política, económica, , educacional, antropológica, ecológica etc etc. Y llego a la conclusión que la dirección sociopolítica que lleva el país no puede terminar bien, salvo que se hagan las grandes transformaciones que el país requiere. Pero no bajo la perspectiva economicista que manifiestan insistentemente ciertos sectores de la derecha y mucho menos bajo la perspectiva del colectivismo socialista que pregona las izquierdas, parapetadas detrás de un humanismo materialista que la historia ya desechó.
Sin duda el asunto tiene complejidades. De hecho, por una parte necesitamos vivir en sociedad y por otra cada persona debe desarrollarse individualmente. Adquirir un grado satisfactorio de autosuficiencia humana para validarse como persona y en dignidad. El asunto no se trata de blanco o negro, o de derecha o de izquierda, o economicista o socialista, simplemente hay que analizar cada elemento sociopolítico en su esencia y al mismo tiempo ver como interactúa con el resto de los componentes dejándole las holguras necesarias para que simultáneamente pueda evolucionar. Teniendo como eje central la naturaleza humana, sus prioridades metafísicas y como debe relacionarse con cada una de las instituciones que conforman el orden político. El hombre y su esencia ontológica son y deben ser siempre el sujeto y objeto de lo político. No es la democracia, no es la política en sí misma, no es la economía, y mucho menos el gobierno propiamente tal, es la esencia humana y sobre todo el desarrollo de sus facultades superiores en lo cual hay que enfocarse para éste sepa autónomamente discurrir los desafíos que la vida le presentará. Y al mismo tiempo, que cada uno ejerza su libertad y entre iguales. No hemos sabido humanizar e integrar la sociedad tanto desde su perspectiva individual como sociopolítica.
El libro Hacia un Nuevo Paradigma Sociopolítico propone un sistema político humana y socialmente integrado, cuyo dinamismo esencial sea la superación de las pobrezas ya mencionadas.
Sugiere un sistema educacional que antes de la entrega de conocimientos específicos enseñe a aprender, teniendo claro cómo funcionan las categorías trascendentales de la facultad superior del entendimiento y como se integra con la inteligencia funcional o práctica. Y una vez se haya consolidado esa etapa, y que de alguna manera constituye a la persona humana, hacer que el estudiante y con la orientación de los profesores, sea el propio protagonista de sus propias indagatorias y aprendizajes. Recién entonces pasar a la entrega de conocimientos específicos, pero una vez que el propio alumno ha encontrado su vocación.
Busca también abolir la sociedad salarial y en su reemplazo propone una suerte de asociación ente capital y trabajo, a fin de desterrar el síndrome de la lucha de clases, genere mejores oportunidades de ingresos económicos para los trabajadores, (todo esto aplicado de un modo objetivo y proporcional; de acuerdo a la productividad, a los resultados de la gestión empresarial y de la micro y macroeconomía) Y de esa manera lograr que el trabajador viva la verdad económica y política activamente y en primera persona. Esta nueva forma de hacer empresa busca superar el analfabetismo funcional y desarrollar la inteligencia práctica y la integración y unidad sociopolítica de los chilenos. Hay que tener presente que el entendimiento teórico y la inteligencia práctica son ambivalentes. Esto es que indistintamente, la una se encuentra en la otra y están en permanente retroalimentación.
Un sistema pro salud y anti medicinismo, tenemos hoy más farmacias que centros deportivos o escuelas. Para eso propone gravar tributariamente a todos los productos dañinos para la salud, ya sean excesivos en grasas, azucares, sales, preservativos químicos etc. y simultáneamente se eliminen los impuestos a todos aquellos productos naturales y que no contengan proceso industrial. Que junto al ministerio del deporte fomente muchísimos más la actividad física, pues ella es esencial para la saludad física y la estabilidad emocional. Hay un viejo refrán en la que se apoya esta proposición, es que una mente sana y un cuerpo sano también “trabajan” en una suerte de retroalimentación virtuosa.
Que definitivamente se le de relevancia a un ministerio de la familia, para darle todo el apoyo que requiere esa institución en la noble tarea de formar personas. Hay que tener presente que la familia con respecto a sus hijos entrega la dimensión afectiva, dinamismo fundamental para la autoestima y una sana interacción social. Además la familia es el mejor “ministerio de educación y salud”, el “ministerio” más eficiente de economía, el más presente “ministerio” del deporte, de formación valórica, de comunitarismo, solidaridad etc. Para dotarla de ese gran soporte, el libro propone que la familia descuente de sus impuestos lo que gasta en salud y educación y que le permitan tener una constitución sociopolítica clara y distintiva. Sin eufemismos, sin manipulaciones políticas.
Hacer una reforma del Estado de manera que éste deje de ser la actual prima dona ineficiente y botín permanente de la clase política. Y se constituya en una entidad menos codiciada, eficiente, subsidiaria y sobretodo ejemplarizadora de cada uno y de todos los chilenos. Para esto, debe fundarse en el principio de bien común verdadero, de manera que sepa contenerse a sí mismo de sus permanentes desbordes sociopolíticos, y al mismo tiempo permanezca en la tarea de expandir el desarrollo superior de la persona y la homogeneidad social.
Finalmente, quiero insistir en que la única forma de conseguir mayores cuotas de unidad sociopolítica y reducir el cúmulo de pobrezas que aquejan a nuestra sociedad es que todos los ciudadanos, desarrollen mínima, razonable e integradamente sus facultades superiores; esto es el entendimiento teórico, la inteligencia práctica, la inteligencia emocional y la inteligencia sociopolítica de un modo activo y en primera persona. Es muy distinta la calidad del aprendizaje cuando uno por ejemplo le enseñan a nadar en un pizarrón a cuando uno se mete al agua directamente. Es muy distinto entender cómo funciona la realidad cuando me la explican teóricamente a como se entiende cuando a uno le toca poner en escena cierto tipo de acción y cuyos resultados van a incidir directamente en mi calidad de vida. Debemos construir una sociedad donde todos de una u otra manera, ejerzamos en términos prácticos nuestra libertad. Así el desafío político que tenemos por delante es enorme, pero tiene solución. Dicho de varias maneras, se trata de integración social, se trata de desarrollo moral activo y en primera persona, se trata del ejercicio pleno de la libertad, se trata de la verdad y de la buena voluntad.