la foto 4Es imposible no impresionarse luego de estar en Cuba. Además de una agenda que contenía el conocimiento del sistema educacional, de salud,  y político de la isla, aproveché lo que todo visitante tiene a la mano en cualquier parte: la conversación libre con las personas y el contacto directo con la realidad.

Es posible estar en la Habana y creer que es un régimen social y político como cualquier país estable del mundo. Recorrí dos ciudades y pasé por una tercera (a medio camino). Se ve gente alegre y cordial en las calles; no es perceptible la idea de un país militarizado; la infraestructura hotelera y carreteras en buenas o excelentes condiciones, las calles limpias y mucha conciencia de patrimonio histórico. En todos lados hay música cubana, arte. Hay una mayoría impecable de autos de los años cincuenta y sesenta en perfecto estado, no hay rayados en los muros, los policías andan sin armas –señal inequívoca de aparente paz social- y se puede caminar en todas partes mientras se ve la artesanía y suvenires inundadas con la desafiante figura del “che” Guevara quien se ha transformado en una imagen de lucro internacional sólo comparadas –creo- con el ratón Mickey o el viejo pascuero de la Coca Cola

Un turista no debiera envidiarle nada a cualquier país caribeño occidental.

Pero algo debía tener este país tan conocido y tan controversial. Y para eso no es nada difícil hacer el “doble clic” y mirar más allá. Caminando por las calles de la capital constato que no hay kioscos de diarios donde uno pueda ver las noticias del día. Consigo un “Granma” (diario oficial del Gobierno) a manos de un viejito que me lo entregó a cambio “de lo que tenga”. Miro la fecha: “año 56 de la Revolución”. ¡caramba!, pienso. Caminando reparé que no hay comercio abierto sino para los turistas ya que en Cuba hay dos monedas: una para los “turistas” y otra para los cubanos.  Un verdadero apartheid.

“¿De donde es usted, mi amigo”? me pregunta una persona en la calle de manera muy cariñosa. “De Chile”, le respondo. “¡grande Alexis Sanchez!”. Sonrio. Luego me sigue y baja la voz: “Tengo buenos puros para venderle si quiere. Sígame”. Le dije que no.

Tomé varios taxis y a todos les pregunté si habían estudiado en la Universidad. “¡Claro!” me dicen. Uno era periodista, otro abogado, otra fisioterapeuta y un señor de 80 años que había trabajando varias décadas en el Ministerio del Interior. Sin embargo parecían muy cómodos manejando sus taxis. “Es que gano más dinero de taxista”, me dicen todos. “bonito su auto”, le digo. “tengo cuidarlo mucho, pues no podemos comprar autos acá. O sea, podemos pero son muy caros”, es la respuesta que esboza con toda tranquilidad. “Pero espere, acá hay autos y taxis bien modernos” –le pregunté inquieto-. “esas son las empresas del Estado”.

Y es que El Estado tiene dos empresas turísticas, una de ellas dependiente del Ministerio de Fuerzas Armadas. Tiene el 51% de todas las propiedades de todos hoteles 5 estrellas (capitales canadienses y españoles) de Varadero y directamente administra otros complejos. El Estado es el dueño de la prestigiosa marca de ron Havanna y tiene participación mayoritaria en la fabricación de “puros”.

En un puesto de artesanía le pregunto respetuosamente a la dueña si estudió. “Si claro. Soy economista”. Pensé irónicamente que al menos ejercía su profesión. Le hago un comentario sobre lo difícil que es tener internet acá. “no tenemos” me dice. Le pregunté si usaba correo electrónico. “no. Nunca he tenido uno ni he visto el internet”. Tenía 25 años y había estudiado en la Universidad de Matanzas, en el norte de la isla.

Con la delegación de la que formo parte visitamos universidades, un colegio y un consultorio. En uno de los pasillos de la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría se encuentra la declaración de principios de la universidad. El segundo principio es “patriotismo: Somos conscientes de que la Patria es lo primero, la fidelidad a la Revolución, al partido, al Socialismo y a Fidel”. En el colegio semi-internado José de la Luz y Caballero existen fotos de Fidel Castro y de Ernesto Guevara en todas las salas. Están prohibidos los crucifijos (y todo signo religioso) y está prohibido que en la educación gratuita que proporciona el Estado se enseñe un currículo distinto. Es decir, no hay libertad de enseñanza.  Es gratuita. Pero no es libre.

La salud merece otra columna aparte.

Uno de los conferencistas -una excelente y humilde persona, y ex combatiente en Etiopía en las guerras de la liberación- acepta una entrevista para mi archivo personal: “¿cual ha sido mayor triunfo de la revolución?”. Textualmente me responde: “es poder repartir equitativamente los beneficios que se logran en cualquier país”.

Recordé esa frase cuando en uno de los traslados conversaba con la guía turística quien me dijo que ella recibe 5 huevos por persona al mes; un pan por persona al día, medio kilo de pollo al mes, medio litro de aceite al mes y otras cosas. Pienso entonces en el hotel donde me alojo y que todas las comidas son bufete.

Otro profesor nos dice “cuidado con las comparaciones simplistas: nosotros ganamos poco, pero tenemos educación y salud gratis, tenemos la electricidad subsidiada y así otras cosas”. También recordé esta frase cuando el guardia del hotel me dice que gana 20 pesos CUC (moneda de turistas) al mes trabajando 14 horas a la semana. Eso equivale a 11.400 pesos chilenos al mes aproximadamente.

Son consientes de la pobreza de su país y la reconoce de manera humilde. Pero el factor “bloqueo” estadounidense aparece como un ingrediente explicativo clave.

Otra persona de la delegación se baja de un “coco taxi”. La conductora –a la sazón fisioterapeuta- al despedirse les dice: “Si Fidel quisiera de verdad a Cuba, no tendría así a su pueblo.  Entonces recuerdo cuando le pregunté a mi amigo el profesor revolucionario “¿cual es el mejor momento de la revolución? ¿en qué año?” y me dice con una sonrisa amable: “el que está por venir”.

Por gonzalofr