Bariona

Barioná es el jefe de un pueblo en el antiguo Israel. Un pueblo que recibe la buena nueva del nacimiento del Niño Dios en Belén, otro pueblo cercano. Entre los miembros del villorrio, quienes primero reciben la noticia son los pastores que cuidaban ovejas en los campos, y luego el resto. Nadie ha visto al niño aún, pero todos quieren partir a adorarlo en la certeza de que su pequeñez esconde la misteriosa inmensidad de la divinidad. Todos, salvo Barioná. Todos, incluida Sara, mujer de Barioná, excepto Barioná. Él es un escéptico que se burla con desprecio de la religión. La vida, para él, no va a ninguna parte. Afirmar la existencia de Dios cuando difícilmente puede sostenerse las del hombre le parece simplemente de superstición.

Barioná es un existencialista, tal como Sartre. Y no es raro, porque Barioná es el personaje principal de la obra de teatro que Sartre escribió, presentó y actuó siendo prisionero de los alemanes el año 1940. En ella, Sartre recoge el misterio de la Navidad de un modo notable, más aun considerando que es un ateo y que profesa irreligiosidad.

Barioná, sin embargo, termina vencido por la humildad del Dios hecho hombre, que llego al mundo para hacer nuevas a todas las gentes y a todas las cosas. Barioná termina ofreciendo su vida para que José y María puedan escapar a Egipto con el niño y, así, evitar su asesinato. Y lo hace diciendo a su esposa Sara en el momento de la despedida: “Me desborda la alegría como una copa rebosante. Soy libre, tengo el destino en mis manos. Voy contra los soldados de Herodes y Dios viene a mi lado. Soy ligero, Sara, ligero. ¡Ah, su supieras cuan ligero soy! ¡Oh, Alegría, Alegría! Llora de alegría. Adiós mi dulce Sara. Levanta la cabeza y sonríeme. Tenemos que ser dichosos. Te quiero y Cristo ha nacido”.

Esta obra de teatro, escrita por quien combatió el cristianismo durante casi toda su vida, revela una comprensión como pocas del misterio cristiano que se manifiesta en Navidad, partiendo por el infinito poder transformador que el niño Jesús tiene sobre las almas, capaz de sacarlas del ensimismamiento al que las conduce la propia miseria, para llevarlas a la libertad infinita de los esclavos de Dios. Esta obra es quizá, también, un preludio de la propia historia del alma de Sartre y del poder renovador que Dios ejerció sobre su alma. Le Nouvel Observateur recogió, el año 1980, un diálogo de Sartre, pocos días antes de su muerte, con un marxista. Sartre dijo allí: “No me percibo a mí mismo como producto del azar, como una mota de polvo en el universo, sino como alguien que ha sido esperado, preparado, prefigurado. En resumen, como un ser que sólo un Creador pudo colocar aquí; y esta idea de una mano creadora hace referencia a Dios”.

No tenemos certeza de si el alma de Sartre terminó su camino de renovación antes de presentarse ante el Altísimo. Rezamos para que sí. Sí tenemos la certeza, en cambio, de que el niño Dios ha venido para hacer nuevas nuestras almas, borrando de ellas toda miseria, partiendo por la del pecado. Que esta nueva Navidad sea ocasión para hacer a un lado todos esos obstáculos, pequeños y grandes, que solemos poner a la acción renovadora de Dios y, así, hechos nuevos por Cristo, podamos también ser su herramienta para hacer nuevo a Chile.

Una muy feliz Navidad 2014.

José Luis Widow
Foro Republicano

Por gonzalofr