Todo, casi todo, ya ha sido anunciado.
Pero apenas hacemos caso a los que entienden de personas y de sociedades. Es como si la desconfianza consolidada en las predicciones y análisis de los economistas se hubiese trasladado a todos los ámbitos de la vida.
En apenas 50 años todo, casi todo, ya fue anunciado.
Jorge Prat y Jaime Eyzaguirre, Jaime Guzmán y Jorge Millas, Gonzalo Vial y Juan de Dios Vial Larraín, Hermógenes Pérez de Arce y Sebastián Burr (y otros pocos) nos han amonestado desde comienzos de los 60 y hasta hoy, pero el cuico los desconoce, los omite, y finalmente se erige como sus pares.
El cuico profundo no es el hincha de «La Cato» (así la llaman); verdaderamente cuico es todo aquel que carece copulativamente de estas condiciones: interés por lo que escriben y dicen los que saben, sensibilidad para entender las señales sociales, responsabilidad humilde para dejar de lado sus paupérrimas intuiciones. Cuico: el que habla de sí mismo para sí mismo mientras Chile se cae a pedazos.
Los hay en todas las comunas, en todos los barrios, con todos los apellidos. Sus frases favoritas -encadenadas mientras el país va entrando en un nuevo desastre- son: no exageremos; en Chile nunca pasa nada; esto se está complicando; mira la escoba que dejaron; qué atroz; que alguien haga algo.
Hay cuicos en la empresa y en la universidad, en la familia (mucha cuica) y en la política, en las profesiones liberales y en los colegios secundarios, entre los jóvenes y los jubilados. No leen, no piensan, critican, estrilan, descalifican, y cuando llega el momento, piden auxilio.
Poco podemos hacer los simples mortales para descuicarlos. Y hagamos lo que hagamos, ante sus ojos y en sus lenguas, seremos culpables. No cuentan con nadie más, sino con ellos mismos.
En esta pasada histórica que enfrentamos, dan unas ganas de ofrecerlos en sacrificio, para que los del futuro aprendan. Pero no, ya lo dijo Leon Bloy usando la palabra burgués: son demasiado adorables como para no convertirse ellos mismos en dioses.
Bueno intentémoslo de nuevo: te lo advierto, cuico, queda poco.
Gonzalo Rojas S.