Uno de los fundadores de Foro Republicano, Pedro Fierro, escribe una columna en El Líbero sobre uno de los temas más difíciles para los que tienen el poder: cederlo a otro, renunciar a una parte de él. Esto, a propósito de la comisión presidencial que estudia políticas de descentralización y regionalización de la que Pedro forma parte.
Puede leer la columna original aquí o la transcripción completa que viene a continuación.
LA DIFICULTAD DE CEDER EL PODER
Hace algunos días terminaron las vacaciones y, sin duda, vivimos momentos históricos para el desarrollo regional. Durante estas últimas semanas se enviaron al Congreso dos proyectos que podrían marcar el inicio de un proceso sin marcha atrás. Hablamos de la reforma constitucional que dispondrá intendentes electos y de las indicaciones que permitirán un traspaso de competencias a los niveles subnacionales. Si a esto le sumamos el próximo envío de un proyecto de financiamiento regional (prometido para junio de este año), tendríamos avances en las tres áreas que la misma comisión presidencial para la descentralización acordó como prioritarias.
Pese a estas excelentes noticias, los importantes avances no impiden tener una mirada crítica respecto del trabajo realizado.
En este sentido, probablemente una de las principales dificultades para encontrar reformas descentralizadoras es que “alguien” las debe impulsar, y que ese “alguien” debe estar genuinamente dispuesto a ceder poder.
Precisamente esta dificultad se nos viene a la cabeza cuando analizamos las reformas y declaraciones presentadas por el Ejecutivo, específicamente si nos referimos a los conceptos de “contrato región” y “gobernadores regionales”.
Respecto al primero de ellos, hace algunas semanas el subsecretario de Desarrollo Regional señaló a los medios de comunicación la necesidad de contar con herramientas que “armonicen y compatibilicen las prioridades nacionales con las prioridades regionales”. Como existe la posibilidad cierta de que el nuevo intendente electo no sea del mismo color político de la Presidenta, se busca asegurar las condiciones para que el programa de gobierno pueda ejecutarse de la misma forma. ¿Acaso olvidamos que el sentido último de estas reformas es precisamente otorgar autonomía a los territorios? ¿Podemos efectivamente hablar de autonomía si ya comenzamos limitando su mandato al programa central?
El nuevo intendente electo no tan solo puede ser de color político contrario al Presidente, sino que incluso puede ser aliado con fuertes diferencias en la administración regional. ¿Acaso no es esa la gracia de que sea electo directamente?
Algo parecido sucede con la nueva figura del Gobernador Regional planteada en la reforma constitucional, quienes serían designados por el Ejecutivo asumiendo las actuales funciones de los intendentes, siendo los representantes del gobierno central en los distintos territorios.
Sin ir más lejos, distintos personeros han manifestado su preocupación respecto de esta nueva autoridad, principalmente por la falta de claridad respecto a las funciones que tendrían en relación con los nuevos Intendentes electos. Esto tiene todo el sentido cuando la misma reforma constitucional dispone que el Gobierno de la Región residirá en el Gobernador Regional (nuevo artículo 111) y no en el Intendente como se enunciaba incluso en el mensaje del mismo proyecto. ¿Acaso tendremos autoridades electas pero sin la posibilidad de decidir políticamente sobre su territorio?
Entendemos que cualquier reforma en descentralización debe considerar una armonía entre los intereses generales y los regionales, pero esto no puede ser un obstáculo a la autonomía necesaria para el desarrollo de cada localidad.
A simple vista, pareciera ser que existe una intención real de impulsar reformas descentralizadoras, pero asegurando primero el poder ya centralizado, lo que es derechamente imposible.
En este sentido, el llamado debe ser a no perder el foco. Hemos avanzado bastante en el anhelado desarrollo territorial, pero no podemos permitir que en la recta final algunos intereses nos impidan llegar a buen puerto.
Pedro Fierro, subdirector Fundación P!ensa