La carta de Carlos Williamson que publicó hoy El Mercurio merece leerse, conversarse y tomar cartas, cada uno desde su propio ámbito, laboral, educacional, familiar, gremial, etc.

Desde luego, parece inverosímil que aún no se entienda que la economía necesita gobernarse según códigos éticos en todos los niveles. No existe la asepsia moral frente a una política pública de Gobierno que afecta el bienestar de la gente. Asimismo, los mercados son un modo potente para facilitar transacciones; no hay altruismo porque se paga, pero sí debe haber reciprocidad, y ello tiene un valor ético. Los mercados no funcionan si no contemplan el ejercicio de ciertas virtudes: universalidad, creatividad, respeto, confianza, competencia leal y ayuda mutua

Lea la carta en el blog de El Mercurio haciendo clic aquí o nuestra transcripción íntegra.

Señor Director:

La sucesión de malas prácticas en la esfera económica que ha sacudido a la opinión pública levanta una polvareda de dudas sobre la institucionalidad que se ha construido por largo tiempo. Sus protagonistas han dejado la huella de un afán desmesurado por atesorar más riqueza y saborear el poder del dinero para actuar como pequeños dioses que toman lo que no es suyo. El grave riesgo que se corre es que ese manto de dudas erosione la credibilidad en un sistema económico que hace décadas desata a diario las fuerzas de la iniciativa privada entre miles de buenos empresarios y ha sido fuente de crecimiento y prosperidad.

¿Qué nos falta y qué nos sobra? Nos falta recuperar virtudes que antaño definían a Chile como una nación sobria, laboriosa, bien ordenada y gobernada sabiamente. Hoy nos sobra arrogancia, desenfreno y una libertad que, al no respetar la dignidad de las personas, se transforma en libertinaje.

Tienen razón quienes llaman a ser prudentes y evitar las histerias colectivas como si estuviésemos sumergidos en una espesa corruptela. No es así. Pero sí se respira un ambiente confuso con incipientes muestras de pérdida de sentido y relajo de virtudes. Desde luego, parece inverosímil que aún no se entienda que la economía necesita gobernarse según códigos éticos en todos los niveles. No existe la asepsia moral frente a una política pública de Gobierno que afecta el bienestar de la gente. Asimismo, los mercados son un modo potente para facilitar transacciones; no hay altruismo porque se paga, pero sí debe haber reciprocidad, y ello tiene un valor ético. Los mercados no funcionan si no contemplan el ejercicio de ciertas virtudes: universalidad, creatividad, respeto, confianza, competencia leal y ayuda mutua.

Pero tampoco es sano que el mercado invada toda la actividad humana. Los incentivos actúan sobre la voluntad cuando ella es gobernada por el interés propio. A veces estos incentivos pueden corromper bienes humanos fundamentales si erosionan la base de valores que lleva a la gente a actuar, sin exigir nada a cambio. Son contraproducentes si ellos dan una señal en el sentido de que la respuesta «egoísta» es la única válida; degradan la respuesta altruista y conllevan un mensaje de desconfianza. No solo se vive para adquirir bienes y servicios, sino que también para constituirnos en personas dignas, autónomas y moralmente sanas. Un buen diseño político institucional debe procurar las condiciones para el bienestar material y espiritual, y el logro de los objetivos sociales, pero, al mismo tiempo, crear las condiciones para dar una respuesta moral a todo el comportamiento humano.

Los desafíos futuros no solo deben abordar leyes defectuosas o regulaciones laxas. El alma de Chile acusa una herida y demanda un cultivo más denso de valores republicanos, y en ello la educación es irreemplazable, así como espacios para el rol formador de la familias. Y en el ámbito político y empresarial, acabar con el blindaje para cuidar las espaldas de terceros, y el imperativo de dar testimonio personal, sacando la voz sin complejos para condenar y denunciar con fuerza conductas reñidas con la ética.

Carlos Williamson B.

Por gonzalofr