Por  Ramón Huneeus Domínguez

Hace algunos años se puso de moda el “patrimonio cultural” y la “conservación del patrimonio”.

Naturalmente, está muy bien cuidar los edificios especialmente valiosos, cierta música,  bailes o fiestas típicas, etc., pero conviene profundizar: Por qué es importante cuidar estas manifestaciones? Porque están en peligro de extinción? Sí y no: Desgraciadamente, hay expresiones culturales que están amenazadas de desaparecer, pero la razón de cuidarlas radica, no en que se trate de manifestaciones de una arquitectura o música obsoletas, sino en que tienen hoy vigencia.

Detrás de un edificio de gran arquitectura, o de un canto a lo divino,  hay un concepto que tiene validez hoy.  Lo sensible tiene un  sentido para nosotros los hombres, y no para los animales, porque nos remite a un contenido inteligible, a una idea o palabra mental, que inspiró esas líneas arquitectónicas o esos acordes de guitarrón.

Es a encontrar y realzar esos conceptos, esos contenidos inteligibles, a donde en definitiva  deben apuntar  las políticas de restauración y conservación de objetos culturales. Porque en definitiva, lo que constituye a una cultura no son  los edificios, versos o melodías, sino las ideas y amores que les dieron origen, los que a su vez se entroncan con el entramado de  ideales y amores compartidos de muchas personas que conformaron esa cultura, que busca proyectarse.

Es curioso que muchas veces, los mismos que dicen querer conservar bellos paisajes y expresiones culturales, son los mismos que sistemáticamente demuelen y socavan las ideas que fundaron esas expresiones.¿ Tiene algún sentido cuidar tanto las iglesias de Chiloé si simultáneamente se está descristianizando a los chilotes promoviendo entre ellos el divorcio o el libertinaje sexual?

Pongámonos serios, y cuidemos, no sólo los objetos culturales, que son meros efectos y reflejos de una cultura: cuidemos la cultura misma, ese riquísimo entramado de ideas, creencias y amores comunes, que recibimos de nuestros padres, y que son por ello el verdadero patrimonio a proteger, reactualizándolo y proyectándolo a nuestros hijos. Porque en la medida en que ese entramado cultural se debilita y relativiza, nuestra comunidad se disocia y volvemos a la barbarie.