Este verano da vértigo detenerse ante un quiosco. Los titulares de los diarios dan cuenta de una ansiedad por aprobar reformas y proyectos de ley mal concebidos, peor inspirados, no discutidos y a contrapelo del sentido común. En veranos anteriores la queja era que no había noticias y nos llenábamos de periodistas despachando desde las playas de Chile o desde carreteras congestionadas.

¿Cuál es el apuro? ¿Por qué esa desesperación por aprobar mensajes y mociones? ¿Quién está escuchando el llamado profundo que hacen los chilenos a sus autoridades? No queremos pagar más impuestos sino que se usen bien, en lo importante, no en lo urgente. No queremos más y mejores huelgas, sino más y mejores empleos. No queremos que adoctrinen a nuestros hijos, sino que los dejen a cargo de un profesor y maestro, en una sala acogedora y segura, rodeados de buenos libros y afecto. No queremos apretujar a más senadores y diputados en un salón de Valparaíso, ni que les financien sus campañas para asegurar su reelección, sino que los queremos dando razones, y con un oído para escuchar a sus representados y el otro para escucharse entre ellos y buscar acuerdos.

No queremos un puente aéreo entre la región del Bío Bío y la de Los Ríos. Los habitantes de La Araucanía son chilenos también, con nombres y apellidos de raíz mapuche y española, entre otras. Lo que allí ocurre no es un problema de terrorismo ni seguridad pública, o de más o menos Estado; se reduce a ello cuando no se mira la realidad en todas sus dimensiones, desde la trascendente a la étnica, la política, cultural, económica y familiar.

Y lo más importante, queremos más niños. No queremos aborto. Necesitamos apoyar y acompañar a todas las mujeres que están embarazadas; que nunca más sufran presión ni violencia de sus familiares, amigos, empleadores, médicos ni autoridades. La naturaleza trascendente del ser humano no se crea, modifica ni termina por mayorías circunstanciales.

Claudio Osorio R.

Por gonzalofr